Camino de Santiago, por Pablo Rejano:
Una experiencia inolvidable. ¿por qué?, por todo, por los momentos con mi prima, por las personas a las que te encuentras y conoces, por los paisajes, por todo. El Camino no es en sí un sendero el cual tienes que seguir, el Camino son todas las personas que lo recorren, y que lo hacen especial.
Salimos de Ponferrada, un viernes 20 de Julio, un frío que pela. Habíamos dormido unas 7 horas, 7 horas en un biblioteca durmiendo en un colchón en el suelo (estuvimos a punto de dormir en la calle, al raso) con unas 20 personas en un sitio no más grande que una clase de tamaño medio. Cuando salimos estábamos llenos de energías y de ganas, algo importante para enfrentarte a 212 km muy muy muy duros, en 7 días , con cuestas, donde la mentalidad ayuda, mucho.
Cada kilómetro que hacíamos nos íbamos dando cuenta que estábamos pésimamente preparados, físicamente y de material, no faltaban cosas y nos sobraban otras muchas. Ya el primer día teníamos ese grato regalo de las tierras extrañas (de Despeñaperros pa'rriba tó es Alemania), las cuestas pa'rribas, un gran odio hacia ellas estuvo creciendo a lo largo del camino. Y ya el primer día nos chocamos con ese dicho del peregrino : "buen camino", palabras que te mostraban la empatía que sufre uno cuando está en el Camino. Cuando ves a un peregrino, no piensas que "hala, un/a ti@ más" , no, sientes algo más profundo por él o ella, esa persona tiene el mismo destino que tú, esa persona está sufriendo (más o menos) lo mismo que tú y eso es algo que une, mucho.
Los paisajes, ¡oh los paisjes!, es una pasada, la verdad es que se nota la entrada en Galicia, más verde, más montañas, más bonita, siendo sinceros.
Puedo decir que he dormido en un polideportivo con tres colchonetas, en una biblioteca y en un seminario. Puedo decir que he subido O' Cebreiro, 6 km de cuesta constante al 10% de desnivel con mi bicicleta empujando. Puedo decir que perdía 5 kg diarios (que me encargaba de recuperar a base de bocadillos de bacon). Y puedo decir, sobre todo, que tengo una Compostelana,¡ CON MI NOMBRE EN LATÍN!.
Cuando llegas a Santiago, la alegría te llena el cuerpo, tienes ganas de abrazar a cualquier con gorro de guiri y con un bastón, con cara de cansado y botas de campo. He pasado 7 días de agonía y agotamiento máximo, pero todo eso vale la pena cuando entras en el Obradoiro, cuando llegas a tu destino. Lo único que se me ocurrió fue abrazar a mi prima tan fuerte que la pobre gritó de dolor.
Un gran momento fue cuando entramos en la Catedral, y ahí estaba él, sonriente, como si te diese la bienvenida, y cuando lo abrazas, piensas, ¿cuántas personas han estado aquí?, ves lo que vieron los Reyes meses antes, y lo que vio el papa Juan Pablo II dos décadas atrás, y millones de peregrinos, siglos de personas, cada uno con su camino particular, con su petición particular, ¿cuántos votos y peticiones tiene esa sonrisa?, y piensas, seas católico o no, seas creyente o no, que esa imagen tiene algo que embruja, algo que te hace sentir especial.
Pero sin duda, el momento más mágico fue cuando estaba ante la tumba del apóstol. Es posible que no sea él, pero el ambiente que lo rodea, sumado a mi fé, hizo que un escalofrío y una gran sensación de melancolía pasaba por mi espalda. Era ambiente de luto, de funeral, es la fé lo que mueve eso. No hice el camino por mi devoción, lo hice por disfrute, pero admito que ese momento fue el que más me llenó de todos, porque aunque no lo haya hecho intencionadamente, ese era mi destino, pasar esos 5 minutos ante él, y sentir el camino.
Espero que tras leer esto te entren unas ganas locas de hacer el camino, porque significaría que he hecho bien mi trabajo, si decides hacerlo, o lo pones en "cosas que hacé de mayó" pues te digo: " buen camino, peregrino"