Hoy os traigo otra “curiosidad de miedo”, pero más que de
miedo, es de reflexión sobre lo estúpido que llega a ser el hombre.
La convivencia entre musulmanes, judíos y cristianos era
cotidiana en Sevilla desde que los “moros” entraron en ella en el siglo VIII, y
duró hasta principios del siglo XV.
Los judíos fueron encerrados en el barrio que hoy llamamos
“judería”, porque decían que eran peligrosos (mentira, eran muy buenos en las
finanzas y les tenían envidia, y les hacían el imposible cuando podían), el
cual tenía una puerta con una reja que se cerraba de noche POR FUERA, vamos,
que era un gueto, a lo nazi.
Toda esta mal llamada “convivencia” (a mi me dejen de
tonterías, cuando mandaban los “moros” los cristianos éramos pisoteados
socialmente, y viceversa cuando mandábamos los cristianos) llegó a su fin a principios del siglo XV
cuando un monje antisemita cristiano que se paseaba por toda la península
provocando odio a esa religión llegó a Sevilla. Aquí, como somos más papistas
que el Papa, y más exageraos que los americanos, las ideas antisemitas tuvieron
un fuerte arraigo hasta que una noche de verano, se desató la revolución.
Los cristianos cogimos y entramos en la Judería y espada en
mano, y cortamos el cuello a todo aquel que viviese allí y saqueamos todas las
casas. Cierren los ojos e imagínense que una noche una orda (orda: aglomeración
de personas) cabreadísima entra en tu barrio y empiezan a matar a sus vecinos,
un horror. Imagínense a las mujeres corriendo por esas calles tan estrechas,
con sus hijos en los brazos, aterrorizadas porque como las cogieran, “adió,
buenas tardes”.
Con la expulsión de los moriscos de los Reyes Católicos (una
de las únicas manchas, que a mi juicio, tuvieron los monarcas en su
currículum), cientos de miles de judíos y de musulmanes fueron expulsados de
España, o convertidos a la fuerza al cristianismo. Pero de Sevilla solo
salieron musulmanes, ya que los judíos después de la masacre, se fueron a Dos
Hermanas, a Carmona y demás pueblos de los alrededores.
Así que ya saben, cuando pasen por esas preciosas calles de
la Judería, tengan en cuenta que durante una noche, no todo fue tan tranquilo,
o como digo yo, “superflagüerpagüer”.
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